Se levanta el viento en Madrid y sus alrededores. Un viento que ha cambiado tan rápido en pocas semanas… Ya no es brisa caliente estival. Por este año, ya dejó su lugar. Ahora se cuela por debajo de las puertas y silva por los resquicios de las ventanas. A veces trae días de un color gris plomizo, pero que adorna con hojas que pierden su verdor, que son más oro, fuego y marrón tostado

A algunos les invade la melancolía. El año se empieza a vestir de despedida. Y anuncia tiempo de guantes y gorros. De paraguas y bufandas. Pero somos muchos a los que nos reconforta, como en Ondarreta. Llegó el tiempo de la cuchara en nuestra gastronomía.

En nuestra espectacular y acogedora casa normanda nunca se van del todo estas sensaciones. A pesar de vivir y disfrutar las cuatro estaciones, en nuestras paredes de piedra siempre huele un poco a refugio de frío, y cuando el tiempo y las temperaturas aprietan por arriba, la chimenea se apaga y espera. En verano es que hiberna. Pero ahora despierta con todas las energías renovadas, y contempla como comensales y anfitriones desenvainan las ganas de calentar el alma con el estómago, con un arma tan poderosa como la cuchara.

Nos ponemos acogedores y cálidos para pelear el frío. Que en el fondo no es una pelea sino una alianza. Pues de nuevo podemos disfrutar de unas maravillosas alubias de Tolosa, de un espectacular estofado de lentejas, de las sabrosas y finas verdinas, o de unas suculentas y reconfortantes pochas.

Pero vamos más allá, y celebramos como hay que celebrar las ganas de comer y disfrutar en los meses del otoño e invierno madrileño con todo un homenaje a su variedad, su sabor, y por supuesto su tradición. Valores que se saborean en cada cucharada de un plato de Cocido Madrileño.

Nosotros no nos cansamos de su intensidad. Nosotros somos de los que nos pausamos después de tragar para admirar hasta los matices de un plato que nos acompaña a todos desde que tenemos memoria, y despierta a la vez apetito, placer y recuerdos. Por eso lo ofrecemos cada martes en Normandie.

Solo este sería motivo suficiente para venir, pero como decíamos, es solo el pistoletazo de salida a días cortos de luz, pero largos de manta y hogar. Días de frío por fuera y de calor y sabor por dentro. Días de andar con prisa por la calle, y de detener el tiempo en la mesa. Llegaron por fin los día de cuchara en nuestra gastronomía.

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